Cuando escuche que tendríamos una clase
relacionada con sonidos, creo que mis expectativas acerca este curso aumentaron
hasta las nubes. Acá cometí un chascarro, debido a que la profe me encargo
hacer un catastro de que instrumento teníamos en el curso, pero como soy tan
despistado, no hubo recuento ni nada, fui salvado por los entusiastas de mis
compañeros, que trajeron todo lo que tenían. Nuestro gran conjunto tenia de
todo: Por el lado de las cuerdas había guitarras, violín y un charango. En los
vientos, contábamos con flautas, melódicas y muchas armónicas (entre ellas la
mía). Y en la percusión desde panderos hasta tambores.
La emoción
era tal que como de costumbre costo un mundo callarnos. Se nos ordeno
dejar los instrumentos al medio de la sala, para luego cada uno sacase uno, que
no fuese necesariamente el propio.
Obviamente al momento de escoger los mejores
o más interesantes fueron llevados por manos ansiosas. En mi caso logro tomar
un raro instrumento, que era una estructura metálica a la cual tenía una
lamina, la cual se podía echar para atrás. Este raro instrumento se ubicaba en
la boca, topando los dientes, cosa que la boca funcionara como caja de
resonancia al mover la pequeña lamina, para así otorgar un sonido como un
“boing”.
Ya todos listos en y en posición frente a la
pantalla que proyectaba las imágenes del data, empezaron a visualizarse
diferentes colores, a los cuales uno debía tocar según lo que le naciese.
Pasamos de rojos furiosos a azules tristes, de verdes alegres a amarillos con
tintes de locura. Mi instrumento no sonaba para nada, era inaudible. Pero pasar
desapercibido duro poco, ya que la profe me otorgo el poder de dirigir al
conjunto: Con un tamborcito era amo y señor del ritmo, al cual mis súbditos
estaban condenados a seguir. De ritmos lentos, pero constantes a lo más rápido
que podía golpear el paño del tambor, los demás emitían el sonidos que
sinceramente no era más que ruido.
Mí reinado no duro mucho, fui monarca
consciente y benevolente con los demás, pero no fui apreciado ya que me
destituyeron y la profesora volvió a tener el control sobre la situación.
Inmediatamente nos dijeron que formáramos grupos en relación a los tipos de
instrumentos que teníamos, nos separamos en 4 grupos: Las cuerdas, las
percusiones, los panderos y maracas y los palos de agua. Las cuerdas se
quedaron en la sala preparando y todos los demás tuvimos que salir a empezar a
crear.
El proceso de creación en realidad fue crear
una improvisación estructurada, la cual la dirigía yo por que no había nadie
más entendido en el tema.
Al final quedo en que al pasar cierto tiempo quedaría
para mi marcar el final de la presentación y así fue como se hizo en vivo, sin
que nadie notase lo deliberado que fue todo.
Los demás grupos presentaron en forma normal,
nada fuera de lo común.
Mi espíritu de músico quedo con cierto gusto a
poco.
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